Cristina Solórzano Ruiz vive en Guanajuato. Es bailarina, performer, investigadora en artes y educación y psicóloga clínica. Colabora con investigadores, gestores y creativos en el terreno de la educación y las artes. Ha colaborado en los espacios artísticos Espacio Mutante, Aparato de Arte y Alterna.
1.- ¿Cómo ha influido tu formación como psicóloga clínica en tu arte?
Creo que es difícil definir su influencia, porque de hecho hacer danza fue mucho tiempo para mi una forma de escapar de los procesos sumamente reflexivos o analíticos, casi que ha sido una búsqueda porque la psicología y la danza estén en espacios separados. Tal vez la danza ha sido más bien lo que ha influenciado mi quehacer de psicóloga al buscar intervenciones más lúdicas, cuando guio a mis pacientes a que se relajen y conecten con su cuerpo, cuando hacemos actividades de disfraces y creatividad con telas con los niños y niñas, en mis indagaciones por salir de la psicología clínica clásica: en todo ello han influido la danza y las artes. Ahora que estoy dibujando y pintando, conforme lo aprendo, sí estoy queriendo encontrar un diálogo con la psicología y su ejercicio por los diez años que llevo en esta profesión, pero estoy de a poco encontrando los vasos comunicantes de forma más consciente.
2.- ¿Cuál es tu idea personal del performance?
Me gusta pensarlo como el resquicio de las artes que escapa a quedar bien. Lo concibo como una bien planeada catástrofe, un estético sinsentido, una burla a quien lo hace y a quien lo ve, una representación de lo absurdo y genial, una contradicción sin solución, un pretexto para incomodar, una mezcla de todas las artes que pierde las fronteras. Creo que demanda que el ser esté presente y ponga en juego su cuerpo, que no logre esconderse, aunque se vean todas las partes vulnerables. Creo que es importante hacerlo en una totalidad, aunque sea una totalidad fraccionada.
3.- ¿Qué tipo de danzas ejecutas?
Aprendí formalmente danza contemporánea, luego danza butoh, danza teatro y danza experimental, y después ballet. Tal vez debí hacerlo en el orden inverso, pero así resultaron mis caminos. También he bailado un tiempo danza tribal (una mezcla de árabe, hindú y egipcio). En este tiempo sigo entrenando para estar fuerte, pero no he vuelto a bailar desde la pandemia con constancia.
Estoy buscando la nueva danza.
4.- ¿Puedes explicarnos el concepto detrás de tu reciente performance “Niño cuchillo?
Con gusto. Fue una cadena de asociaciones. Recientemente una sobrina murió en un campo militar en el gabacho y yo quería expresar algo de eso en este performance, pero después no encontré tanta inspiración o creí que para mi sería muy denso tratar los temas de ejército y sus crímenes y contradicciones. Entonces pensé en algo sanador y como he estado explorando áreas espirituales y cuestionado la religión católica más y más, pensé: por qué no hago algo como un niño santito, de esos que son adorados en los barrios y en la iglesia, pero uno nuevo, más real, menos santo, más de barrio.
Así fue saliendo Niño Cuchillo; lo fui pensando desde cómo nacería y qué milagros haría. Pensé: tiene que pertenecer al barrio de Tepetapa y tener material de allí, por eso les pedí de su saliva y cabello a los participantes y por eso lo cubrí con la tierra de las jardineras de la calle.
Julio mi pareja se entusiasmó mucho de la idea que le fui contando y me ayudó con sus grandes habilidades de artesano y artista del barro y la escultura, así moldeó al niño. Le pedí que la creación se viera como un recién nacido y él lo moldeó en una posición de cierta contorsión de los gestos primeros que se hacen al llegar a este mundo fuera del vientre.
Quise hacer ese ejercicio de bajar un imán desde el techo y que se juntaran los cuchillos en el centro sobre mi torso, me intrigaba qué imágenes traería. La verdad quería usar cuchillos filosos, pero no tenía ánimo de cortarme y eso es difícil controlarlo. Tal vez hago otro distinto en otra ocasión con cuchillos con filo.
Pensé en una cierta sátira solemne del nacimiento inmaculado, por eso les pedí que fungieran de querubines y me pasarán al niño. Usé de vestuario un suéter que era de mi abuela, ella era mega cristiana, y también porque me imaginé a mí como una virgen Maria con esos tonos azules de las representaciones más clásicas.
Lo proyecté como un ritual de nacimiento de un niño santo de ese barrio, un niño que de grande va a ser bien barrio y manejará muy bien el filo. Va a saber qué cortar y qué no.
5.- ¿Cómo ha sido tu experiencia con Aparato de arte?
En Aparato de arte he encontrado muchas posibilidades de diálogo y reflexión gracias a Dafne y Mafa (aunque ella ya no está). Y como espacio de expresión, pues allí presenté “10 canciones vs el amor romántico”. Gracias a Aparato de arte pudimos dar forma a nuestro grupo de investigación Alterna. Creo que los espacios de gestión de arte son muy necesarios y aún no están tan valorados en esta ciudad.
6.- ¿Cómo ha sido tu experiencia con Espacio Mutante?
También allí encontré resonancia y diálogo, mucha ebullición creativa.
Alli pude presentar mis primeros performances y además conocer, compartir y dar lugar a creaciones con muchas personas afines.
En esta ciudad no es fácil encontrar espacios similares, creo que Espacio Mutante fue un lugar único, inigualable.
7.- ¿Cuál es el performance más arriesgado que has realizado?
Creo que todos suponen algún riesgo, yo me siento muy expuesta ante los demás cada que hago alguno.
En uno me rodee de veladoras, pero no fue riesgoso. Creo que el que más riesgo tuvo consistió en que estaba usando una falda de plástico y puse velas encima de botellas y las prendí. Luego caminé por ese espacio con los ojos vendados y descalza. Había quien nos cuidaba. Sólo pasó que se rompió una botella, pero también había riesgo que se quemara la falda.
Al ensayar el de Niño cuchillo me caí sobre la mesa estando sentada, que se rompió, y me golpee mi coxis: Gajes del oficio.
8.- Cuéntanos de tu participación como coautora del libro Guanajuato en el siglo XX: La escena local de artes visuales.
Con Alterna, el grupo de investigación de artes, nos enfocamos a la escena local. Ese primer libro pone en contexto la historia de Guanajuato para dimensionar cómo se dieron las condiciones para que el arte visual y las artes en general florecieran en este lugar.
En el segundo libro –por ahora se puede encontrar en version digital en la página de Aparato de arte–, que es de los 50s en adelante, escribimos ensayos sobre los distintos ámbitos donde se expresan y cultivan las artes. Mi aporte consistió en investigar sobre los museos de esta ciudad, sus condiciones, los límites que existen y las posibles áreas de expansión que podrían tomar los funcionarios para mejorar su servicio y alcances.
6.- ¿Cómo se nutre tu experiencia de otras artes?
Me está gustando más y más dibujar y pintar; estoy pensando más y más mis acciones escénicas con una visión de lo plástico más estilizado o con un enfoque fotográfico. Ya lo he pensado así antes, pero ahora con una nueva capa más afinada.
Soy muy sensible a la música, entonces necesito meterla en todo lo que se pueda, con cualquier pretexto.
El cine y ciertas series también han dejado huellas en mi memoria que después me gustan recrear en formas sutiles.
7.- ¿Existe un arte en el que te gustaría incursionar?
Si. Estoy queriendo pintar y dibujar. Ahora lo practico más. Ya hice una serie de ilustraciones para recortar y estoy haciendo una segunda serie. He tomado clases con una amiga, en línea. También nos reunimos a dibujar figura humana unos amigos y yo una vez por semana, todos somos modelo y guiamos los ejercicios por turno, es muy valioso esto para mi.
8.- Cuéntanos de tu marca de collares Sublimini,
Con Julio Sahagún Sánchez, mi pareja, empecé a reunirme para hacer estos collares al ver las cuentas de barro tan bien hechas, divertidas y creativas que tenía en su área de trabajo. Él me dejó hacer los que quisiera y yo me di vuelo. Después decidimos hacer juntos una marca de collares, con la palabra Sublimini que surgió cuando una amiga dijo así, queriendo escribir subliminal: nos gustó ese nombre.
Estamos buscando presentarlos en más lugares. Quiero que sean piezas únicas, que digan algo muy particular cada uno, y que quienes se los pongan tengan un poco de nuestras visiones creativas, de juego, un poco picaronas.
9.- ¿A qué edad iniciaste a bailar y cómo fueron esos inicios?
Empecé a los 6 o 7 años. Fui a clases de ballet, bueno, me llevaron mis padres. La verdad no recuerdo si yo se los pedí o a ellos se les ocurrió. La maestra hablaba español, pero era italiana y yo no le entendía muy bien. Me incomodaba mucho ser vista y no entender. Duré poco en esas clases.
Luego a los 13 hice ballet otra vez, pero me pareció muy constreñido, no veía cómo iba a entrar en esa danza.
A los 14 entré a danza contemporánea en los talleres de la UG. Recuerdo que la maestra decía de mis “temblores de rana calva” cuando me temblaban las piernas por tenerlas en el aire en algún ejercicio. También había un sentido muy limitado, en mi opinión, de lo válido y lo no correcto en la expresión. Tampoco entendía muy bien por qué era necesario hacer tal o cual contracción o movimiento. Tampoco veía una danza libre o sustanciosa, sino una repetición de una técnica. No veía mucha creatividad.
Llegué a alucinar y hartarme de las clases, pero lo curioso es que algo me atraía a seguir. No sé bien qué, porque no me imaginaba siendo una bailarina o no dimensionaba una vida de bailarina como una posibilidad para mi. Tampoco tenía un diálogo del quehacer de los bailarines con otras personas más que mis compañeros o maestras; ahora veo, pasado el tiempo, que en ese sentido estaba muy limitado ese espacio de reflexión.
Hasta los 26 años, después de haber estudiado más danza contemporánea y de entrar –y luego salir– de la escuela de danza de Querétaro, sentí que empecé a conocerla más y poder hacer una danza más sustanciosa y profunda, podría decir que lo anterior son los inicios y la danza empezó a cobrar sentido hasta esa etapa.
10.- ¿Quiénes han sido los maestros que más han dejado huella en ti?
Tanto huellas amargas, como nutricias, puedo decir.
En la vida, mis padres han sido grandes maestros del ser, de la posibilidad de ser humano.
En las cuestiones de las artes, recuerdo a maestras algo frustradas que me enseñaron danza y me recuerdan cómo no quiero ser. Lola Lince fue una gran maestra, en el tiempo de más exploraciones y posibilidades con la danza.
Ana Laura Osses en Argentina me transmitió un sentido del butoh muy integral. Yumiko Yoshioka me enseñó a ser gentil y digna en mi búsqueda. Dehesa Gasca me ha enseñado mucho de la perseverancia y a tomar con ligereza, pero con profesionalismo, las situaciones. Mis amigas y compañeras, todas, me enseñan mucho de sí mismas y me nutren. Tambien recuerdo mucho los coreografos que conocí en Buenos Aires, con un trabajo de gran calidad.
11.- ¿Cómo afectó la pandemia tu vida artística y personal?
Mucho.
Primero, justo íbamos a presentarnos enfrente del Juarez para el día de la danza, con el grupo de ballet, y no pasó. Íbamos a hacer una hafla de tribal y no pasó. Plás! Justo llegó la pandemia y detuvo todo eso.
Se me ocurrió vincularme con una persona en el plano de pareja y no fue muy afortunada la decisión. Me embaracé y a los 5 meses y medio dejó de seguir la vida de mi hija.
Fue muy duro, llegué a sentir mucha desesperanza, en especial porque era un deseo desconocido para mi, pero muy profundo y anhelado. Desesperanza, mucha oscuridad. También me di cuenta que pocas personas, tal vez dos o una, realmente entendieron y me acompañaron en este trance sin darme opiniones que no me ayudaban o a decirme sus juicios, aunque fueran con una buena intención. Dimensioné qué tan sola estoy, aunque también estoy rodeada de seres valiosos que me quieren.
En especial, recordé el sinsentido de la vida desde un lugar muy solemne y también desde el juego.
También se develó otra capa espiritual muy profunda en mi que hace que muchas cosas que antes eran relevantes, perdieran su brillo. Sigo activa en los contratos del mundo, pero tengo otras búsquedas más personales que antes no ponderaba tanto.
12.- ¿Qué opinas de la escena local del performance en Guanajuato?
Va a seguir porque hay artistas y buscadores que los hacen. Pero se requiere mucho esfuerzo por sostener esto que no es tan sencillo de ubicar en espacios de esta ciudad. Es más probable que siga en los lugares alternativos.
Pero hay buen espacio para seguir y mucho material en esta ciudad. Material intelectual, creativo y tangible.
13.- ¿Cuáles son los o las artistas contemporáneos que más admiras y por qué?
Me gusta mucho la combinación de materiales plásticos hechos a mano y medios digitales.
Me encanta el trabajo escénico de Lemy Ponifasio.
Valoro a Marina Abramovic.
Me gustan mucho ciertas poetas contemporáneas como Brook Cofman y Rupi Kaur.
14.- ¿Cómo cuidas tu cuerpo y tu salud mental para prepararte para tus disciplinas artísticas?
No hago tantas presentaciones, así que no he necesitado tantos cuidados por ahora.
Trato de comer muy bien, estar bien concentrada y relajada unas horas antes. Me gusta entrenar levantando pesas, lo que pone en juego mi fuerza de voluntad.
También me gusta hacer una visualización antes y caminar alrededor del espacio, para soltar energía tensa. Si un lugar se siente pesado, paso un poco de incienso o palo santo. Me ayuda mucho cuando está alguien de confianza cerca y me da apoyo presencial y de amistad.
Busco asegurarme que no me voy a accidentar y que probé todo el material que voy a usar.
15.- ¿Puedes contarnos alguna experiencia entrañable que hayas vivido en uno de tus eventos?
En casi todos he sentido una liberación muy profunda y de carácter trascendente.
Cuando noto que los participantes son tocados en sus fibras sensibles, es cuando más entrañable es.
Cuando hice danza, la comunión que se construye con las compañeras es muy única y valiosa.
Creo que cada una es entrañable, cada presentación es un espacio único, un diálogo con el misterio de la vida al que me gusta entregarme.