Reportajes a Dios dar: un año en Así (1940-1941) de Efraín Huerta, es el más reciente título de la colección especial Clásicos de Guanajuato de Ediciones La Rana del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato. El libro fue editado Antonio Cajero y Sergio Ugalde, quienes además son los autores del estudio introductorio “Efraín Huerta en Así o las entrañas de México”. El libro es dedicado in memoriam a David Huerta, hijo de Efraín Huerta y afamado poeta.
En Así, Huerta se inició como reportero, además de escribir artículos de fondo. Según nos platican los editores, Así surge a mediados de noviembre de 1940 como alternativa periodística independiente, con un programa comprometido con la claridad del pensamiento y la palabra, así como con la objetividad. Así inició a circular el 16 de noviembre de 1940 y se publicó semanalmente durante más de cuatro años. Huerta inició a colaborar desde el segundo número, del 23 de noviembre de 1940, hasta el número 56, el 5 de diciembre de 1941. En ese lapso hizo 36 entregas, siendo estas artículos y reportajes, varios de ellos en tres o más partes tales con los casos de “El infierno del chicle”, “La realidad mexicana del matrimonio “, “La locura en acción”, “El riel” y “México, ciudad envenenada”. En ellos, el reportero Huerta pone el dedo en la llaga en situaciones problemáticas de un país en pleno desarrollo económico. Hablemos sucintamente de algunas de las colaboraciones de Huerta en este semanario:
“En “Universidad vs. Politécnico”, Huerta se vale del pretexto de un encuentro de futbol entre estas instituciones para sacar a relucir las discordias generadas entre ambas casas de estudio por las declaraciones del rector “sobre la duplicidad de carreras del IPN consideradas poco científicas”, Así, lo que parece una crónica deportiva se vuelve una disputa política entre ambos bandos.
En “Cantares y colpas a la Virgen”, Huerta hace una remembranza de la cultura guadalupana entre los mexicanos, recuperando los emblemas principales desde el milagro del Tepeyac hasta su actualidad. Huerta de muestra de paso la importancia literaria de la Guadalupana en la literatura mexicana, citando desde poemas en náhuatl con su respectiva traducción hasta poemas cultos de Sigüenza y Góngora, Montufa, Clavijero y Miguel Cabrera.
“En el infierno del chicle” Huerta viaja por el sureste mexicano denunciando las condiciones miserables a que son sometidos los recolectores de chicle, que son enganchados por intermediarios de trasnacionales, además de denunciar cacicazgos locales y los hilos de un sistema de producción cuasi medieval que domina las selvas de Quinta Roo. Denuncia las condiciones infrahumanas de los trabajadores, y lo obsoleto de leyes como la Ley Federal del Trabajo que no pueden garantizar efectivamente la no explotación y la práctica esclavitud a que son sometidos estos campesinos pobres. Huerta se vale de un patetismo y una apelación a la emoción del lector que no deja de horrorizarse y sentirse profundamente impresionado, además de sentir piedad por el explotado.
En “Gorostiza, el hombre y el poeta”, Huerta presenta al autor de Muerte sin fin a través de la propia voz de éste. Y aunque Huerta ya se había dedicado a él en otras ocasiones, aprovecha para ejercitar su espíritu crítico en torno a un poeta de gran talla del que Huerta desmiente su carácter tímido como se creía que lo era, ampliando su comunión con el grupo de los Contemporáneos, con los que Huerta tuvo una elación conflictiva.
En “La ciudad envenenada”, Huerta delata las condiciones insalubres de alimentos en mal estado en los mercados, lecherías, hoteles, restaurantes y demás. Es un reportaje que pone hincapié en lo malsano de descubrir carne de perro lista para la distribución o en el hallazgo del dedo en un tamal para discurrir sobre la culpabilidad de ciertos intermediarios sin escrúpulos que distribuyen productos como manteca adulterada con cebo y adulteran también el café, la leche y otras bebidas muy usuales entre los mexicanos.
En fin, sirvan estos ejemplos, entre muchísimos otros posibles, para dar cuenta de la variedad de los temas abordados periodísticamente por Huerta, con su habitual sagacidad, su ironía a veces, pero siempre el reto al lector, haciéndolo salir de su zona de confort para encontrarse con lo crudo o lo inaudito, pero siempre con los ojos puestos en la esperanza de un México mejor.