Te desnudó la luz de Pedro Vázquez Nieto es el más reciente título de la colección Artistas de Guanajuato, de ediciones La Rana del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato. Se trata de una obra que combina la fotografía con la poesía, ambas del mismo autor, un artista muy completo. La edición del libro es inmejorable, con un papel que resalta la belleza de las ilustraciones. Se tiraron 300 ejemplares en rústico y 200 de lujo. Se acaba de imprimir en marzo de este año.
El libro se compone de tres partes. En “Los cuatro elementos”, las mujeres que posan están rodeadas de agua, tierra, viento; y ellas mismas constituyen el fuego que incentiva la poesía de Vázquez Nieto. Las fotografías están tomadas en los cerros de Guanajuato, y las modelos posan en formas más que sensuales, resaltando la sabia y muy artística composición en que cada detalle: los senos al descubierto o velados, los paños, las hojas, las ramas, las rocas, las cabelleras sueltas, cada protuberancia, cada silueta, cada tono, suman y configuran un atributo redondo que abraza la perfección en su disciplina. Es casi increíble cómo se resalta la belleza natural de las mujeres a partir de sus posiciones, o con una simple pared, velas o un collar de cuentas negras.
En “Carnaval”, las mujeres usan máscaras bellísimas que encierran sus facciones, pero les dan una expresividad propia de las artes escénicas. Aquí van adornadas con caracoles, antifaces, cinturones, sombrillas, sábanas de seda, sillones, ropa íntima, instrumentos de cuerda, candelabros y muestran sus redondeces y expresividad con el pubis cubierto o insinuado por las sombras,
Finalmente en “Te desnudó la luz” hay más composición en las tomas: las mujeres se inclinan, miran hacia abajo, se recuestan en jardines, fingen dormir sobre satín, figuran pensativas, coquetean con la cámara, se reclinan sobre bancas, se arquean, usan velos, se pegan a columnas, posan en lujosos cuartos, usan tocados exóticos, conviven con la naturaleza, se abrazan a muebles, acarician sus pies, tensan cuerdas, aparecen sentadas, de pie o en contorsiones eróticas, tanto desnudas completamente como cubiertas ligeramente por telas vaporosas o ropa de cama. Una delicia para el ojo que se detiene apreciando cada detalle y no quiere pasar la página sin haberse impreso, como si se quisiera que ese acto fuera indeleble, esa imagen tan exuberante en la pupila.
En cuanto a la poesía, ésta es obviamente de corte erótico y sensitivo sin ser explícitamente sexual ni ser por nada del mundo pornográfica. La mesura se impone y trae al papel partes del cuerpo, emociones, cosas de la naturaleza. En esta poesía tiene privilegio el tratamiento del sentido de la mirada, pero también del gusto y del tacto, partícipes del juego del amor. Para muestra, considero mejor transcribir dos poemas del libro como despedida a esta reseña:
En el camino de tus labios
me arrodillo y ruego
la piedad de tu saliva.
Sálvame de la soledad,
mójame con tu palabra,
acompáñame con tu mirada.
Venga tu risa cierta
al territorio de la noche,
y apague todo el silencio.
Esperaré el secreto,
a que se me abra el río,
y me ahogaré en tu boca.
Alcatraz de luz
en la noche.
Tú, pistilo y oruga,
pecho de mariposa,
cuello de cisne.
Mujer naciente.